El 16 de diciembre 1933 los bolivarenses conocieron el Arbolito de Navidad introducido y dado en una rifa por las “Hijas de María”. A partir de entonces y atrapados por el snobismo, los citadinos fueron paulatinamente sustituyendo el laborioso y tradicional pesebre del Niño Jesús por el arbolito de Navidad de origen hasta ahora desconocido, aunque hay quienes especulan que es de origen escandinavo. Existe una leyenda que trata de darle un contenido cristiano según el cual “el heroico Winifredo, misionero inglés que viajaba por el norte de Alemania difundiendo las enseñanzas de Jesús entre las tribus teutónicas, llegó cierto día a Geismar, donde se estaba realizando un bárbaro rito. El pequeño príncipe Asulfo, sujeto al tronco de un árbol, iba a ser sacrificado para saciar las iras del dios Thor. Winifredo irrumpió en medio de la ceremonia y con su hacha derribó el roble que habría de servir como altar del sacrificio expiatorio, pero de inmediato brotó en el mismo sitio un lozano pino. El misionero explicó que el nuevo árbol era el símbolo de la nueva vida traída por Jesús y adorado por las diversas tribus germánicas”.
Lo cierto es que desde 1933 hasta acá, en Ciudad Bolívar la primacía del nacimiento o pesebre ha sido desplazada por el arbolito, y la llegada de los generosos Reyes Magos por la figura única de San Nicolás y de la misma forma, costumbres y tradiciones se han diluido en la transición de una sociedad a otra o simplemente han sufrido variaciones impuestas por los nuevos modelos de vida de la sociedad industrial contemporánea.
El Belén, nacimiento o pesebre era toda una escenificación tradicional, pero en cada iglesia, en cada hogar o plaza, con las inventivas propias de quienes lo asumían. Cuando se acercaba la Nochebuena, los bolivarenses iban a los Morichales o más allá a cortar ramas y malojos, a recoger la arena y las piedritas para unirlos luego a las pequeñas imágenes de la sagrada familia, pastores, Reyes Magos, animales del pesebre y otros recursos con los cuales en sitio accesible y visiblemente apropiado trataban de reconstruir el paisaje donde nació Jesús.
El Nacimiento principal era el de la Catedral del cual se ocupaban miembros de la legión de María. Ante él se cantaban de madrugada los villancicos y en el hogar y sitios profanos los parranderos o conjuntos familiares improvisaban aguinaldos, de los cuales muchos trascendieron como La Casta Paloma del juglar Alejandro Vargas.
En la actualidad el aguinaldo ha sido prácticamente aplastado por el auge de la gaita zuliana, a la cual la radio y la televisión como la discografía le han dado pábulo dentro de una desbordada euforia que ha colocado a la Iglesia Católica en el dilema de resistirla o tolerarla dentro del templo al igual que con el tiempo ha venido dando cabida al aguinaldo profano al lado del villancico.
Los trovadores y parrandas tradicionales de aguinaldos no se ven como se vieron hasta la mitad del siglo veinte por las calles altas y bajas de la ciudad orinoquense. Asimismo ha perdido devoción y fuerza la costumbre de levantarse de madrugada para ir a misa de cuatro entre el 16 y 25 de diciembre; a la misa dedicada a gremios e instituciones, lo cual era todo un acontecimiento tejido de la más pura y desbordada alegría.
La población citadina vibraba al ritmo de las parrandas y bajo los disparos atronadores de cohetes, tumbarranchos y patinadores deslizándose cuesta abajo del peñón angostureño. Eran otros tiempos cuando la ciudad todavía era amigable y respiraba aire puro dentro de un ambiente bucólico.(AF)
Lo cierto es que desde 1933 hasta acá, en Ciudad Bolívar la primacía del nacimiento o pesebre ha sido desplazada por el arbolito, y la llegada de los generosos Reyes Magos por la figura única de San Nicolás y de la misma forma, costumbres y tradiciones se han diluido en la transición de una sociedad a otra o simplemente han sufrido variaciones impuestas por los nuevos modelos de vida de la sociedad industrial contemporánea.
El Belén, nacimiento o pesebre era toda una escenificación tradicional, pero en cada iglesia, en cada hogar o plaza, con las inventivas propias de quienes lo asumían. Cuando se acercaba la Nochebuena, los bolivarenses iban a los Morichales o más allá a cortar ramas y malojos, a recoger la arena y las piedritas para unirlos luego a las pequeñas imágenes de la sagrada familia, pastores, Reyes Magos, animales del pesebre y otros recursos con los cuales en sitio accesible y visiblemente apropiado trataban de reconstruir el paisaje donde nació Jesús.
El Nacimiento principal era el de la Catedral del cual se ocupaban miembros de la legión de María. Ante él se cantaban de madrugada los villancicos y en el hogar y sitios profanos los parranderos o conjuntos familiares improvisaban aguinaldos, de los cuales muchos trascendieron como La Casta Paloma del juglar Alejandro Vargas.
En la actualidad el aguinaldo ha sido prácticamente aplastado por el auge de la gaita zuliana, a la cual la radio y la televisión como la discografía le han dado pábulo dentro de una desbordada euforia que ha colocado a la Iglesia Católica en el dilema de resistirla o tolerarla dentro del templo al igual que con el tiempo ha venido dando cabida al aguinaldo profano al lado del villancico.
Los trovadores y parrandas tradicionales de aguinaldos no se ven como se vieron hasta la mitad del siglo veinte por las calles altas y bajas de la ciudad orinoquense. Asimismo ha perdido devoción y fuerza la costumbre de levantarse de madrugada para ir a misa de cuatro entre el 16 y 25 de diciembre; a la misa dedicada a gremios e instituciones, lo cual era todo un acontecimiento tejido de la más pura y desbordada alegría.
La población citadina vibraba al ritmo de las parrandas y bajo los disparos atronadores de cohetes, tumbarranchos y patinadores deslizándose cuesta abajo del peñón angostureño. Eran otros tiempos cuando la ciudad todavía era amigable y respiraba aire puro dentro de un ambiente bucólico.(AF)
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