El Año Nuevo, es una gran fiesta universal para renovar la fe y la esperanza por un mundo mejor. “¡Feliz Año Nuevo!” exclamamos a partir de la media noche del último día de diciembre. En esa ocasión se supone a todo el mundo animado y contento porque se piensa que un año más es como una nueva oportunidad para mejorar lo que en razón del bienestar del hombre existe o para concluir o emprender lo que hasta ese momento había sido imposible.
Pero, ¿por qué tiene que ser cada año este renovar de la esperanza, por qué no cada hora, cada día? Nos preguntamos y la repuesta simple es porque cada hora, cada día, el hombre puede hacerlo en forma individual y lo importante es un día universal para todos. Ese día es el primero de enero, día en que la Tierra termina de darle la vuelta al Sol para iniciar otra rotación y sobre la marcha un nuevo movimiento de traslación.
Esta celebración del Año Nuevo no es de ahora sino que tiene origen antiquísimo, sólo que en muchos países caía en fechas diferentes de acuerdo con su calendario. Sencillamente porque tenían calendarios distintos, unos que se regían por el Año Solar y, otros, por los períodos lunares. El calendario egipcio, por ejemplo, el más antiguo que se conoce, se rigió primero por la aparición de la estrella Siria. Antes de la llegada de Colón, indios americanos, Mayas y Aztecas, tenían sus propios calendarios y todos dividían el tiempo en meses básicamente.
El año nuevo que celebramos el primero de enero fue establecido en la reforma del calendario romano dispuesta el 5 de octubre de 1582 por el papa Gregorio XIII. La tradición de los saludos y regalos es romana y data de la época de Julio César. La fiesta del Año Nuevo se dedicaba al dios Jano que tenía dos caras y podía ver hacia atrás lo que había sucedido en el año que moría y, hacia delante, lo que traería el año que empezaba. En Inglaterra los sacerdotes Druidas celebraban el Año Nuevo el 10 de marzo, cortando ramas de muérdago y distribuyéndolas entre el pueblo. Inglaterra después asimiló de Roma las costumbres de los regalos y se instituyó la tradición de que los esposos dieran a sus esposas, el primer día de cada año, cierta suma de dinero para comprar alfileres durante 365 días y de limpiar las chimeneas porque suponían que traía buena suerte. El cristianismo llegó a considerar de paganas estas fiestas o celebraciones de Año Nuevo, y si han persistido hasta nuestros días es porque se confunden con el día de la Circuncisión del Señor que los cristianos festejan el primero de enero.
En fin, el Año Nuevo se celebra en todo el mundo y en cada país o región existe una manera particular y tradicional de celebrarlo. En China, por ejemplo, se celebra con grandes banquetes, los aztecas y mayas con danzas y ritos, y en todos los países de Europa y América con fiestas, felicitaciones, arbolitos, pesebres, comidas típicas e intercambios de regalos. En Madrid el pueblo se reúne en Puerta del Sol y se comen doce uvas al ritmo de las campanadas de la media noche. En Venezuela, en algunos hogares, suele cumplirse antes de la tradicional cena esta costumbre española, pero la más generalizada en los pueblos de nuestro país es la de cantar gaitas y villancicos, patinar por las calles, comer hallacas, bailar, intercambiar regalos y tarjetas de felicitaciones, embellecer el hogar con los más variados y luminosos motivos de Pascuas y Año Nuevo. (AF)