viernes, 30 de septiembre de 2016

El Carnaval existe a partir de la Máscara


Hace ya unos años, aunque no tantos, Vicente Fabrizio, italiano de Potenza,  hastiado de vender ropa como los turcos, decidió muy  asociado con su hermano, montar una sala de arte utilitario de 350 metros cuadrados en la calle Venezuela de la ciudad con el nombre de “Memory´s Doménico”, homenaje a su hijo de diecinueve años fallecido trágicamente en accidente vehicular.
        Como cualquiera sala de arte, no estaba realizada para la contemplación y disfrute exclusivamente, sino para  vender las obras artísticas cualquiera fuese su nacionalidad,  estilo, modalidad y por consiguiente promocionar y dar a conocer los expositores invitados.
        En esa sala que tenía como curador al poeta y pintor John Sampson Williams, había un buen dinero invertido en piezas y cristalería importadas al lado de las cuales se exhibían obras escultóricas y pictóricas de artistas locales conocidos.
        La sala fue inaugurada con la segunda exposición individual del poeta y pintor Néstor Rojas, quien el mismo día vendió casi toda la producción situada en la temática de la máscara, un elemento de raíces primitivas que no solamente conocemos a través de los ritos de magia, el teatro y las carnestolendas, sino de la vida misma.  Ya lo dice Juan de Dios Peza en su poema Garrik:  "El Carnaval del mundo engaña tanto que la vida en una breve mascarada aquí aprendemos a reir con llanto y también  a llorar con carcajadas".
        La máscara está presente de algún modo en la generalidad  del acontecer existencial y por esa misma presencia eterna nunca ha podido ser eludida por el arte en cualquiera de sus manifestaciones.  La literatura shakesperiana no es ajena a la máscara en Romeo y Julieta, por ejemplo: “Dadme un estuche donde colocar mi rostro.  Una careta para otra careta.  ¿Qué me importa que algún ojo curioso  advierta ahora mis deformidades?  He aquí estas mejillas postizas que se ruborizarán por mi”. Tampoco la música de Verdi es extraña a la máscara.  Bastaría con ver a Violeta agonizar en La Traviata.  Aparece en el cine con  Orfeo Negro de M. Camus y en el “Arlequín” de Morris West.  En la danza ni se diga, basta con los Diablos de Yare y en la plástica evidentemente que es inagotable.  Aquellas mismas pinturas de Néstor Roja, de las cuales conservo la que me regaló Fabrizio, era  muestra interesante que encerraba toda una filosofía de las expresiones reflejadas en el rostro que es la eterna máscara del hombre.      
        Lorenzo Batallán, escribió en 1975 un ensayo sobre el hombre y la máscara para afirmar de paso que  el Carnaval existe a partir de la máscara.  Dos circunstancias complementarias sin la cual el Carnaval no se produce porque no es la máscara aislada o el hombre solo con el afán de participar, sino la mascara colocada ritualmente sobre el propio rostro  en decisión voluntaria y autónoma. Solamente en ese instante, según Batallán, nace la Fiesta y sólo desde ese momento el Carnaval existe.
        Pero aduce que el Carnaval es la fiesta de la cobardía.  Presupone que sus protagonistas estarían dispuestos a realizar acciones rigurosamente antípodas en su comportamiento habitual y aún extremas, hasta llegar al crimen incluso, bajo al amparo de algo tan aparentemente frágil como es una máscara que demuestra ser capaz  de penetrar hasta la línea roja ese gigantesco dinamo de la esfera pasional, sentimental o afectiva.
        A veces la máscara es virtual, es decir, no se lleva visible sobre el rostro sino sobre el cerebro y pone como ejemplo  las sociedades secretas del período romántico que usaban la máscara como instrumento esencial de sus conspiraciones.  Los secretos de muchas sociedades actuales, políticas, policiales, diplomáticas, militares, económicas, industriales, se ocultan bajo el disimulo y  la cautela  que no necesitan del antifaz sobre el rostro sino sobre el cerebro. (AF)     
               



jueves, 29 de septiembre de 2016

Maripa tiene partida de nacimiento



El Distrito, hoy Municipio Sucre, tiene partida d nacimiento.  La halló entre viejos infolios del  Archivo Histórico de Guayana, el profesor y abogado Abel Fuenmayor (en la foto), cronista oficial de esa entidad político-territorial.
         Fue creado el 14 de enero de1891, siendo Presidente del Estado, el doctor José Ángel Ruiz, prestigioso médico bolivarense cuyo nombre, junto con el de Félix  R. Páez, ostenta hoy como homenaje el Hospital Universitario Ruiz y Páez.
         El actual Municipio Sucre es el resultado de la disolución en 1890 del Territorio Federal Caura creado por decreto del Presidente Antonio Guzmán Blanco el 9 de febrero de 1892, en función de la explotación de sus ingentes riquezas madereras.
         Una vez disuelto el Territorio Federal Caura, la Asamblea Legislativa se vio obligada a reformar la Ley de División Político Territorial del Estado para reintegrar dicho territorio a su jurisdicción natural el Estado Bolívar, lo que hizo dándole la categoría de Distrito –Distrito Sucre- con cabecera en Moitaco y conformado por los municipios  foráneos La Piedra, Puruey, Rivas, Aripao y Maripa.  Guarataro es reciente y se erige como uno de los centros agrícolas más importantes de la región.
         Esa misma reforma fue aprovechada para también elevar a la jerarquía de Distrito con el nombre de Distrito Páez, los municipios Palmarito, Guasdualito, Amparo, La Trinidad y Santa Rosa, entonces bajo la jurisdicción del Estado Bolívar, hoy del Estado Apure.
         El Distrito Sucre tuvo a Moitaco como capital hasta 1938 cuando fue sustituido por Maripa, municipio fundado el 25 de agosto de 1842 por el doctrinero Ramón Espinosa.  Esta fundación fue autorizada por el  General Rafael Urdaneta, quien se hallaba eventualmente encargado de la Gobernación de la Provincia de Guayana tras el asesinado del prócer Tomás de Heres.  El doctrinero Ramón Espinosa fundó a Maripa bajo la advocación del  vigente patrono de toda la jurisdicción, San Luis Rey.
         Después del Municipio Raúl Leoni con 54.386 kilómetros cuadrados de superficie, Sucre es el municipio territorialmente más extenso del Estado Bolívar, con 46.163 Kms2 pero, paradójicamente, el de menor población, según el último Censo Nacional cuando registró un poco más de  11 mil habitantes, hoy la proyección y de acuerdo con la rata de crecimiento interanual debe pasar de los 30 mil.
         Cuando la Ley de División Político Territorial del Estado reconoció a Maripa, Moitaco y demás pueblos foráneos como distrito Sucre, el Ejecutivo ordenó levantarle una estatua al Mariscal en la plaza mayor de Maripa y así ocurrió, pero en 1983 se ordenó sustituirla por un busto porque en la misma plaza  no podía haber un busto de Bolívar y una estatua de Sucre.  La estatua de Sucre la reubicaron provisionalmente en la Plaza Centurión de Ciudad Bolívar, pero como a Cervantes en Madrid, le robaron la espada.  Hubo que buscarle otro lugar y el alcalde Leonel Jiménez Carupe la reubicó en la Plaza del caserío rural Los Báez.  A mi me tocó pronunciar el discurso.  Lo malo fue que los moradores del lugar al poco tiempo la pintaron de verde viendo que los masones habían hecho lo mismo con el bronce pedestre d Bolívar en el jardín de la Logia. Por supuesto, el crítico de arte Rafael Pineda quedó impactado y soliviantado por lo que consideró un atentado y publicó un reportaje crítico y bien razonado en la prensa.
         La estatua de Sucre como la de Miranda nunca corrió con buena fortuna en esta ciudad.  En cambio la de Urdaneta se mantiene sin intervenciones en el área de la bomba de la desecación de la Laguna, junto al Jardín Botánico, aunque verde también, por la pátina del tiempo que es otra cosa. (AF)




martes, 27 de septiembre de 2016

PRIMEROS CARNAVALES BOLIVARENSES



Los primeros carnavales bolivarenses comenzaron con el siglo veinte, pero no elegían reinas y estaban sujetos a una programación que comprendía desde carreras de caballos hasta subir la cucaña, como los de 1902.  El Carnaval de 1904, por ejemplo, se inició con 17 disparos de cañón, luego reunión en la esquina Curamichate de comparsas y disfraces para el paseo cívico muy de mañana.  Al mediodía, almuerzo popular.  Por la tarde, Cucaña y descabezamiento de pollos y por la noche juegos artificiales.  Al siguiente día, carreras de saco.   Ataque del sexo feo al parque carnavalesco custodiado y defendido por las muchachas del barrio La Concordia.  Piñatas, trampolín y sartén.  El tercer día, paseo en coches y caballos amenizado con orquesta, desafío de gallos, comparsas de máscaras, palo encebado o cucaña, música, fuegos artificiales, baile popular, iluminación y variedad de bombeadores.  La octavita, reservada para los niños, estaba circunscrita a un baile infantil en la sede del Colegio Nacional.
         En los carnavales de 1917 se elige por primera vez una reina a través del voto popular con valor determinado.  Una persona podía votar tantas veces de acuerdo a su capacidad económica, de suerte que la candidata o aspirante que más vendiera votos era indiscutiblemente la Reina. Ese año, la candidata que más vendió votos fue, no podía ser otra, Lina Mercedes Torres, la hija del Presidente del Estado, General Marcelino Torres García, a quien conocí ya anciana en su casa de la calle Bolívar, adquirida por el alcalde Leonel Jiménez Carupe para sede de la Fundación Parapara.
La elección o escrutinio de los votos vendidos se efectuaba en la sede del Club de Comercio que entonces quedaba en el Paseo Orinoco haciendo esquina con la calle Constitución.  Por cierto que Lina, ya electa Reina de Carnaval 1917, renunció por la muerte de una hermana del Presidente del Estado; pero la suplente, Amelia Casalta, con 12.938 votos, también renunció por aquel prejuicio social tan difundido de no querer ser “plato de segunda mesa” de manera que la tercera en el orden, señorita Salvadora Vivas, se alzó con el cetro.
En 1929 rigió el mismo sistema para elegir a la representante de Bolívar al Concurso Nacional “Señorita Venezuela”, mes de septiembre.  No se admitía el vocablo “Miss” de la actualidad. En tal ocasión, Trina Mercedes Reyes, ganó el título Señorita Bolívar en representación de la revista “Hogar” que se editaba en Buenos Aires, pero que circulaba profusamente en la capital bolivarense.  A Trina la conocí siendo maestra y dirigente del MEP.
         El título de “Miss” se puso en boga para el Concurso de belleza 1938.  Miss Bolívar entonces fue María de Lourdes Battistini, para competir en el certamen Miss Venezuela. Ese año, entre las mujeres bellas de Ciudad Bolívar, aparecían Luisa Teresa Acosta, Mercedes Alvarado, Sofia Paravisini, Francia Damián, Catalina Enet, Luisita Sucre (tía de Leopoldo), Esperanza Mares y Olga Puppio, quien llegó a ser Directora de Educación y Cultura del Estado siendo gobierno Copei. Sofía Silva Inserri fue la primera bolivarense electa Miss Venezuela.  Ocurrió el 7 de junio de 1952 en Valle Arriba Club de Caracas.  Fue electa con 90 puntos y sólo tres de ventajas sobre Ligia de Lima, la aspirante más cercana.  Vilma Viana Acosta obtuvo el tercer lugar.  Sofía, nativa de Tumeremo, aspiró igualmente al trono de Miss Universo en Long Beach, pero quedó distante de la representante de Filandia, Armi Kuusela.
         Como Miss Venezuela visitó Ciudad Bolívar invitada por la VII Asamblea Ordinaria de la Federación Médica Venezolana realizada en agosto del 52 y presidida por el bolivarense doctor Said Moanack. (AF)
        



jueves, 22 de septiembre de 2016

ARTE Y RITUAL DE JESÚS ALEXIS


No necesariamente uno tenía que persignarse cuando entraba al Instituto de Artes Visuales Armando Reverón de la calle Igualdad de Ciudad Bolívar, de todas maneras, cuando el visitante penetraba su interior y comenzaba a percibir los signos y mensajes de sus muros, le provocaba santiguarse porque el ambiente era el de iglesia improvisada en una casa antigua de piedra y barro.
         No es que el ambiente fuese constantemente así, sino que intencionalmente había sido dispuesto de esa manera porque se trataba de un homenaje a quien había sido distinguido con el segundo premio “Francisco de Lerma y Villegas”, en el Primer Salón de Arte Religioso, Museo Sacro de Caracas.  Me refiero a Jesús Alexis Bello, a quien conocimos inicialmente como profesor de biología de la UDO y de un tiempo para acá, como pintor y fundador de ese instituto que funcionaba en un inmueble del centro histórico cedido en calidad de comodato y sostenido por la propia comunidad de artistas profesionales y noveles de la escuela.
         La obra premiada  no estaba en la exposición homenaje, lamentablemente, sólo fue posible apreciarla en la portada del catálogo.  Se trataba de una propuesta pictórico – escultórica, identificada “La puerta del redil” y descrita en la nota de presentación como creación de contenido y raíces arcaico – simbólicas, con portal en forma de T o Cruz de San Antonio, que engloba el sentido del tiempo y de Cristo, dejando la lectura de las partes o de su totalidad a la libertad interpretativa.
         Como parte de la exposición - homenaje, fue inaugurada la Sala de Arte “José Martínez Barrios”, pero no había una sola obra de Martínez, en cambio la sala estaba colmada de recreaciones siderales, motivos místicos, hojas secas esparcidas en un rectángulo y los velones que nunca pudieron despejar la eterna penumbra que cobijó la existencia del artista entonces recientemente desaparecido. 
          Jesús Alexis Bello, un romántico de las artes visuales, lanzó por la borda sus años de estudios en el Pedagógico y de experiencia en las aulas de a UDO para ingresar en el Instituto de Arte Federico Brandt de Caracas, donde gastó sus economías para satisfacer una sed casi insaciable de conocimientos en todo cuanto tiene que ver con las artes visuales.
         Pero su estilo estaba desde mucho antes y en cierto modo marcado por un estilo, tal vez kandiskiano, vinculado al comienzo con el lirismo musical de su tía Amalita Bello y los ritos que su bisabuelo el alarife Antonio Valera Villalobos practicaba con cirios y candelabros en los altares de la francmasonería.
         Por allí nos imaginamos que andaba o anda el arte de Jesús Alexis si queremos ver por el cerrojo de la caverna del inconsciente donde suelen ocultarse las impresiones de la edad  kindergarteana que tarde o temprano y de alguna manera salen a flote.  El las ha sublimado en un arte sagrado muy expresionista y los resultados están a la vista, ya con varios premios en distintas colectivas y una buena señal que se puede escribir con la T de San Antonio.


         En la fotografía ilustrativa vemos a Jesús Alexis en un performance ritual muy en sintonía con el ambiente que esa noche experimentamos en la antigua calle La Paciencia que en tiempos de la Colonia así se llamaba la actual Calle Igualdad, aunque usted no lo crea. Los parroquianos lo quisieron de esa manera invocando a Job porque hubo que tener mucha paciencia para verla concluida.  Una vez concluida le cambiaron el nombre por Calle Fajardo, prócer de la independencia, fallecido de fiebre amarilla en Angostura en 1819.  Finalmente los corsos influenciaron al Gobierno para que la bautizaran con una de las tres palabras (Igualdad, Fraternidad y Libertad) del lema de la Revolución Francesa .(AF)

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Aquel tiempo de la Rokola

AQUÉL TIEMPO DE LA ROCKOLA
Ramón Córdova Ascanio, en su antigua Galería Bicentenaria, y so pretexto de una vaca muerta para los artistas del boulevard, realizó una tertulia sobre la Rockola, ese artefacto que ya pertenece al siglo pasado y que, por supuesto, resulta anticuado en comparación con los aparatos de la moderna cibernética.
         Ese artefacto parecido a un robot, pero que no es más que el bendito fonógrafo de Edison llevado a una dimensión descomunal para hacerlo automáticamente operable, de largo tablero numerando los discos de moda, como fueron los de Julio Jaramillo, Leo Marín, Lucho Gatica, Toña la Negra, Pedro Vargas y hasta del mismísimo Luis Sarmiento, nacido y crecido en estos patios del merey y la coroba y quien tuvo el privilegio de bautizar su primer disco, un 45, en el Trocadero de Edelmiro Lizardi, donde parecía imperecedero el sonido de la rockola.
         Allí en ese Trocadero  que antes estuvo por las inmediaciones de la Bomba Taguapire y que después se reubicó por cuestión de moralidad pública en los alrededores de La Campiña, zona rural donde Alberto Minet fomentó una granja que terminó bajo las aguas desbordadas del río San Rafael, tan tímido en tiempo de sequía como revoltoso  durante la estación de lluvia.
         Bueno, decía, que en ese Trocadero del que se saben y cuentan infinitas historias como la del pintor José Martínez Barrios que tomaba champaña en la zapatilla azul de una Cándida Erendira.  En ese Trocadero había una rockola con las más variadas canciones de amor y despecho que tragaba más monedas que una moderna máquina de juego.  Al fin, la rockola también es como una máquina lúdica donde bajo la compulsión etílica y  a la luz de una letra o melodía se pone a prueba como en un juego, la sensibilidad para vencer o terminar en el foso de un amor incomprendido.
         Edelmiro administraba y soñaba con la rockola porque también en medio de aquel lupanar él era una abeja con su corazón herido y un buen día, desengañado,  cerró el Trocadero y se metió  a rockolero.  Se fue a comerciar con las rockolas.  Las hacía reparar con el técnico James Hernández, luego las alquilaba, vendía, y hasta suscribió un contrato de distribución con la Wurlitzer a pesar de Pedro Montes que también era del ramo y tenía su establecimiento frente al Café España.  El comercio de las rockolas era bueno y los aparatos sonaban no sólo  en El Vesubio, el Tibiritabara,  la Estrella Roja, el Caballo Negro, La Cibele,  Le Tucan, La Glaciere, la Luzetti y el Club Buena Vista La Piscina, sino en un bar tan marginal como el Boby Capó del Barrio Negro Primero, donde los despechados solían llorar los desaires intempestivos de sus amadas, escuchando la voz de Lope Balaguer cantando que falta tu me haces, que falta tan inmensa, o aquella que dice yo quiero que tu vuelvas no pongo condición o el amor es uno, uno y nada más, lo demás humo, humo que se va.
         El periodista Enrique Aristeguieta prefería una rockola del barrio Las Moreas que no aceptaba sino monedas de plata, claro, él no las tenía pero sí la señora dueña del negocio que las  facilitaba con ese propósito a cambio de esas otras que rodaban por allí muy devaluadas.  Allí quise una vez llevar a Eliécer Calzadilla, amante de las rockolas además de excelente conversador, pero no pasamos del Tropical Room del barrio La Sabanita hasta que llegó la Guardia Nacional y bajó toda la botillería porque, cosa rara en un lugar tan grato, carecía de licencia. 
         Lo cierto es que Ramón Córdova, quien más de una vez mató su despecho por Granada  al pie de una rockola, frecuentemente en la del Yorako de Cardozo Nilo y Carlito Arteaga, quiso antes de mudarse para la calle La Pica homenajear a la Rokola, para lo cual pidió prestada una de los años 50 al profesor  Juan Camacho. Así muchos circunstantes pudieron enternecerse  con  “Yo se que es en vano, querer en la vida, amor es mentira, traición es dolor, por eso yo digo, con honda amargura, más nunca en la vida, yo vuelvo a querer”. (AF)





domingo, 18 de septiembre de 2016

Los originales del Mensaje


LOS ORIGINALES DEL DISCURSO DE BOLÍVAR EN LA INSTALACIÓN DEL CONGRESO DE ANGOSTURA
El  historiador  Pedro  Grases (en la foto)  hizo  posible  que  el  Señor  Philip  J.  Hamilton    Grierson,  tataranieto  en  cuarta  generación  del  coronel  James  Hamilton,  donara  a  Venezuela  el  manuscrito  original  del  Discurso  de  Angostura,  pronunciado  por  Simón  Bolívar,  el  15  de  febrero  de  1819   ante  el  Congreso  de  la  República   reunido  en  la  capital  orínoquense.
         Los  descendientes  del  coronel  que  tan  decididamente  cooperó  en  la  lucha  por  nuestra  independencia,  hicieron  posible  el  largo  viaje  de  Londres  hasta  Ciudad  Bolívar  y  aquí,  en  la  antigua  Casa  San  Isidro,  en  ceremonia  muy  especial,  los  recibió  el  presidente  Carlos  Andrés  Pérez .  La  joya  histórica  fue  obsequiada  el  12  de  diciembre  de  1975  y  los  guayaneses  rebosaron  de  contento  y  agradecimiento  porque  la  augusta  Casa  del  Congreso  de   Angostura  que  había  sido  restaurada  bajo  el  mandato  del  gobernador  Domingo  Álvarez  Rodríguez,  tendría  su  complemento  más  apreciado  y  podría  exhibirlo  en  un  cofre-fuerte  tal  como  el  Acta  de  la  Independencia  en  el  Salón  Elíptico  del  Capitolio.
         Pero  no  ocurrió  así.  El  mandatario  nacional  desconfió  del  sistema  de  seguridad  local  y  dijo  mejor  estaría  bajo  su  custodia  ese  manuscrito, que  según  nos  informó  en  cierta  ocasión  el  escritor  Manuel  Alfredo  Rodríguez,  el  Presidente  mostraba  con  orgullo  a  todo  personaje  importante  que  recibía  en  Miraflores.
         Cuando  se  preparaban  los  actos  del  bicentenario  del  natalicio  del  Padre  de  la  Patria,  se  planteó  a  la  Junta  organizadora  la  posibilidad  de  gestionar,  como  en  efecto   se  hizo,  la  creación  de  una  unidad  de  la  Guardia  del  Libertador  en  la  Casa  del  Congreso  de  Angostura,  no  sólo  pensando  en  la  prestancia  y  suntuosidad  de  las  efemérides,  sino  en  el  posible  retorno  del  preciado  documento  a  la  ciudad  orinoquense,  pues  demás  está  decir  que  ningún  lugar  es  tan  natural  y  apropiado  para  su  permanencia  y  exhibición  que  la  histórica  casa  donde  fue  prohijado.
         La  ocasión  del  aniversario de la presentación del Mensaje al Congreso Constituyente de Angostura por el Libertad bien, siempre es propicia para renovar  por  parte  de  las  autoridades  o  líderes  de  la  ciudad,  una  reiterada  gestión  en  tal  sentido  para  ver  si  de  una  vez  nos  libramos  del  mote  de  indiferentes  que  suelen  endilgarse  a  los   citadinos  ante  la  desaparición  de  sus  reliquias.  Porque  de  verdad  que  hemos  perdido  unas  cuantas porque cada gobernante o funcionario del poder central o militar se siente con derecho a llevarse una para su casa o su pueblo natal.
         Así se llevaron el fusil de la Batalla Vargas donado a Ciudad Bolívar   en julio de 1972 para ser exhibida en la Casa de San Isidro, por el Cónsul colombiano Omar Nieto Camargo.  Fue fabricado en Francia en 1812  y utilizado por Bolívar en esa batalla.
         Se llevaron para la Iglesia Sana Ana del Táchira las antiguas Arañas de cristal de la Catedral,  se llevaron para la Base de Palo Negro la estatua de Miranda, se llevaron para Maracay los catalejos de Piar, se llevaron de la Biblioteca del estado busto de Gallegos, se llevaron del Instituto de Comercio el busto de Dalla Costa, se llevaron todas las piezas del Museo Talavera, se llevaron de la Cárcel Vieja el Museo Etnográfico y el Territorio Flotante, se llevaron para los Estados Unidos los fósiles del Gliptodonte hallado en los barrancos mineros del Guaniamo, se llevaron de la Casa del Correo del Orinoco pinturas de artistas del Círculo de Bellas Artes de Caracas de hace cien años y cerámicas precolombinas. 
Pedro Grases, a quien los bolivarenses deben los originales del Mensaje al Congreso de Angostura nació en España en 1909 y murió en Caracas 2004: Humanista, intelectual, investigador cuya labor en pro de la educación secundaria y universitaria ha sido ampliamente reconocida en Venezuela y el exterior.(AF)

viernes, 16 de septiembre de 2016

Periodista Pedro Manuel Vásquez


Ningún periodista fue tan maltratado y torturado durante la dictadura del General Marcos Pérez Jiménez que el margariteño Pedro Manuel Vásquez (extremo izquierdo de la foto y al extremo derecho Eleazar Díaz Rangel).  Perseguido, preso, torturado, sometido a trabajos forzados en el campo de concentración de Guasina y Sacupana y finalmente hasta lograr la libertad sometido en la Cárcel de Vista Hermosa de Ciudad Bolívar.  Este establecimiento penal que se pretendía convertir en modelo para todas las cárceles nuevas que se construyeran en el país, fue infortunadamente iniciada con más de 200 presos políticos que como en la antigua Siberia comunista, pagaban el delito de aspirar vivir bajo un sistema de gobierno democrático, descontaminado de todo autoritarismo.
         En el libro del periodista y profesor de literatura José Vicente Abreu “Se llamaba SN” el periodista Pedro Manuel Vásquez aparece con el nombre de batalla clandestina “Manuel Salazar” y su madre Micaela, fue la única de todas las madres que pudo llegar e instalarse en la isla Sacupana del Orinoco para velar día y noche por el destino ingrato y dramático de su hijo.
         Abreu dice en su libro: “Micaela Vásquez nació en San Juan del Estado Nueva Esparta, el 5 de julio de 1900.  Valiente mujer venezolana, madre del secuestrado político Pedro Manuel Vásquez, se lanzó a recorrer el Delta del Orinoco hasta dar con Guasina tras los pasos de su hijo.  Se refugió en Sacupana y permaneció al lado de los presos hasta el cierre del campo de concentración.  Allí se convirtió en el centro de enlace entre los presos y la calle.  Todos veían en ella la imagen de la propia madre”.
         Pedro Manuel Vásquez fue atrapado por la Seguridad Nacional luego de participar en la fracasada huelga petrolera del cincuenta en Maracaibo.  La persecución fue despiadada. Lo torturaron y fracturaron un brazo. Estuvo seis meses presos en Maracaibo.  La mujer lo abandonó yéndose para El Tigre con sus dos hijos. Lo trasladan a Caracas después, salen en libertad.  Se va a El Tigre en busca de sus hijos.  En El Tigre lo detienen y secuestran.  Al cabo de un mes le dan la libertad y regresa a Caracas.  Se incorpora al movimiento clandestino contra el régimen y lo apresan enconchado en el taller de un Zapatero de Catia.
         Internado en la Cárcel de Pro-patria es candidato seguro como otros tantos, 136 en total, para completar el tercer lote de presos políticos, en su mayoría adecos y comunistas, que debe embarcar en el puerto de La Guaira con destino al infierno selvático de  Guasina.  Aquí a esta isla en la desembocadura del Orinoco llegan los presos políticos del régimen,  hacinados a bordo del vapor “Guayana”.  Entre monte, culebra y mosquitos puyones, los presos son sometidos a trabajo forzado bajo la vigilancia permanente y severa de peinillas y ametralladoras de miembros de la Guardia Nacional y la Seguridad Nacional.
         Las inundaciones de agosto del 52 obliga al Gobierno reubicar a  los presos en el Caserío de Sacupana y desde ella a raíz de las elecciones de noviembre y la presión constante de la comisión de Derechos de la Organización de Estado Americano son trasladados a la Cárcel Modelo de Vista Hermosa, donde sólo salen en libertad los que firman cauciones que los inhabilita políticamente.  Dos días después de la Revolución cívico-militar del 23 de Enero del 58 salen en libertad los últimos presos, entre ellos, Pedro Manuel Vásquez, quien llegará a ser miembro de la Directiva Nacionales la Asociación Venezolana de Periodistas que entonces presidía Eleazar Díaz Rangel y luchador incansable por la Colegiación.
         Como tal concurrió en la VI Convención Nacional de Periodistas celebrada en Ciudad Bolívar en julio de 1968, sesquicentenario del Correo del Orinoco, que me tocó presidir por voluntad de 251 delegados. (AF)
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jueves, 15 de septiembre de 2016

La Miss Bolívar del 45


María de Jesús Silva Inserri, poeta y escritora venezolana nacida en Upata, fue la Miss Bolívar 1945, pero no pudo concurrir al Miss Venezuela.  Quien si pudo y con mucha fortuna fue su hermana Sofía en 1952 dándole orgullo a su tierra al erigirse en la primera guyanesa que ascendía al trono de la mujer más bella de Venezuela.

         A María de Jesús la conocimos en una de sus visitas a Ciudad Bolívar, donde estudió y fue secretaria de la Alcaldía como entonces se llamaba la Prefectura.  Desde allí realizó una campaña notablemente efectiva a favor de la creación oficial del Cuerpo de Bomberos.
          Cuando la conocimos, llevaba setenta y tantos años a cuesta, pero sin perder la elegancia y el glamour que le valió en su juventud ser candidata por Bolívar a Miss Venezuela cuando, por supuesto,  no era Osmel Sousa el que elegía a través de un jurado, sino el pueblo con votos que costaban medio real.  El concurso se suspendió por el golpe cívico-miliar  del 18 de octubre del 45 que derrocó al Presidente Isaías Medina Angarita.
         María de Jesús vino como todos los años a reencontrarse con el Río Padre y a saludar como se estila cuando florece un año, a familiares y amistades.  La escritora alojada en la casa de Ligia Trota aprovecho la ocasión para participar en una tertulia sobre su obra  (Versos al viento, Narciso  y otros relatos,  Poemas, Homenaje y 350 Reflexiones) un miércoles a las siete de la noche en la Casa de la Poesía.
        Un sábado, con vianda de morocoto salpreso, charlamos con la escritora,  quien formaba parte del Consejo de Redacción de la Revista de la Fundación Editorial Chacao, y nos enteramos de muchas cosas buenas, malas y curiosas como la visita en 1931 de Rómulo Gallegos a Ciudad Bolívar e interior de Guayana tratando de familiarizarse con el ambiente de su novela Canaima.  En esa ocasión, el ganadero Rafael Lezama, le obsequió un baile en su honor en Tumeremo, donde el novelista disfrutó bailando fox trot con María Isabel Inserri y otras muchachas de provinciana belleza.
         En los años cincuenta, ya haciendo vida en Caracas, María de Jesús le tocó bailar paso doble en dos ocasiones con el General Marcos Pérez Jiménez y confiesa que al dictador las manos le temblaban.  Pérez Jiménez después, impresionado por la belleza de la muchacha, le mandó a ofrecer de todo para que fuese su novia.  El mensajero personal del Gordito de Michelena era El Platinado y la joven toda ofendida lo mandó a resguardarse en las faldas de su progenitora.  La represalia vino en seguida, a su hermana Elvira la metieron presa y a su padre que había sido Juez le quietaron la pensión.  María de Jesús tuvo que irse para Nueva York.
         El fox trot era el baile de moda de los bolivarenses por los años treinta a pesar de que este baile binario anglosajón que significa paso de zorro, comenzó a popularizarse en 1913.  El charlestón, baile americano,  es posterior, se puso de moda en 1926 y reapareció en los años setenta.
         Vale  decir  que a finales de los años 40, cuando era la Secretaria del Alcalde de Heres, Francisco Quintero Dugarte,  realizó una campaña ardorosa a favor de la la creación del Cuerpo de Bomberos de Ciudad Bolívar y una colecta pública de 8 mil dólares hizo posible la adquisición del carro bomba traído de Estados Unidos. Fundó posteriormente el Consulado de Venezuela en México y allá contrajo matrimonio con Carlos Alberto Feeldach Alarcón, profesor de idiomas de la Universidad Autónoma de ese país.
A raíz de su visita a Ciudad Bolívar, María de Jesús Silva Inserri inició con el columnista una buena amistad y nunca dejó de llamar por teléfono para enviarme libros, entre ellos, “Historias del 28” de Manuel Acosta Silva y “Descripción Geográfica de la Guayana”, escrito por el ingeniero de la Marina S. Bellín con prólogo de Caupolicán Ovalles. (AF)



martes, 13 de septiembre de 2016

Alejandro Vargas y el Maremare

El Maremare es nuestro”, solía decir y cantar el extinto bardo citadino Alejandro Vargas, pero también esta danza indígena que con ciertas variaciones ha pasado a ser parte del folclore general venezolano, lo reclaman con partida de originalidad Cumaná, Anzoátegui y Monagas. 
En el Diccionario Folklórico Ilustrado del amigo Juan José Ramírez, el Maremare es definido como “baile típico de raigambre nacional” sitúa su origen “entre los indígenas de Anzoátegui y Monagas”.
         Según me contó Alejandro Vargas, Maremare fue un cacique de Panapana, ranchería indígena situada a una hora de Ciudad Bolívar en la costa del Orinoco.  Su esposa se llamaba Mariquita y para proyectarla en el tiempo y la memoria con este nombre fue bautizado su salto de agua del río San Rafael a donde hasta mediados del siglo veinte iba a recrearse los habitantes de la ciudad.
         El fundo que comprendía la cascada pertenecía al hacendado Pinelli,  a tres cuarto de hora a caballo y hora y media a pie de la ciudad y allí pasaron varios días haciendo estudios sobre la flora los exploradores del Orinoco Jean Chaffajon y Augusto Marisot (1886-1887).
Mariquita al parecer era la esposa legítima del cacique Maremare, pero su gran compañera lo fue siempre la India Rosa, quien vivía en Cachipo, ubicado en la boca de un cañón del cerro Palmarito. Esta compañera de Maremare era una indígena  iluminada que se ocupaba de curar a las tribus del lugar.
         La India Rosa tenía su altar en un cerro de Cachipo llamado Guaimire.  La historia que nos solía contar Alejandro Vargas se remonta más allá de la guerra de la Independencia. Según él, del otro lado del Orinoco, pasada Isla grande, existe el pueblo de Panapana, fundado por Maremare, donde murió él y su esposa Mariquita, como también Juana Casto Tempo, Victoria Tabore, el indio Abeduco, el indio Morichal y otros indígenas que seguían y obedecían al cacique. 
         Cuando una vez le preguntamos al negro Alejandro Vargas ¿cómo era eso si tenemos entendido que Panapana queda en Anzoátegui? Alegaba que las tribus del Orinoco siempre han estado ligadas a  Guayana y que por lo tanto el canto nos pertenece, pues de todos modos esa parte formaba la antigua Nueva Andalucía (Cumaná) y después la provincia  de Guayana.
Lo cierto es que el baile y canto del Maremare difícilmente faltaba en los Carnavales, pues cuando no lo presentaba Alejandro Vargas, lo montaba por las calles de la ciudad Juan Parra, quien con motivo del bicentenario de Ciudad Bolívar lo llevó a Caracas, San Félix y Upata, por iniciativa de la maestra Diomedes Túnez, que al igual que los profesores Luis Figueroa y Ramón Silva han estado familiarizados con los valores artísticos tradicionales de la región. 
         Vale decir que los cumaneses también alegan que el Maremare les pertenece y ponen como testimonio esta estrofa del canto tradicional: Maremare se murió /en el camino de Angostura/ yo no lo vi morir/ pero si vi su sepultura / Maremare se murió/ camino de Cumaná / Yo no lo vi morir, pero vi la zamurá”.
          Como vemos, también en el verso palpita el nombre de Angostura.  La explicación entonces estaría en que todo el oriente y sur conformaban una unidad geopolítica, tanto así que durante la colonia la Nueva Andalucía  llegó a extenderse hasta Guayana y el Departamento Orinoco posteriormente en tiempos de la República llegó abarcar a Guayana, Anzoátegui, Apure y Barinas.  De suerte que este baile del Maremare pertenece al acervo cultural de todo el Oriente y sur así como las comparsas del Valentón y la Garza Paleta en Ciudad Bolívar y del Carite de Rafael González en la Isla de San Pedro de Coche,  en Margarita. (AF)



sábado, 10 de septiembre de 2016

La artista guayanesa Aimée Battistini




En la madrugada del 8 de julio de 1989 falleció en Paría, a la edad de 73 años, la artista venezolana, nacida en Guayana,  Aimée Battistini, del famoso grupo de Los Disidentes.  Era hermana del médico Francisco Battistini.
            Aimée Battistini, una venezolana descendiente de corsos, nacida en El Callao, militó en el grupo de Los Disidentes, junto con Alejandro Otero, Pascual Navarro, Guillent Pérez, Carlos González Bogen, Peran Erminy, Armando Barrios, Rubén Núñez y Dora Versen, entre otros, que en la década de los 50 tuvieron destacada participación en la aventura del arte abstracto gestada en la capital francesa.
            Aimée estuvo en Caracas en abril de 1980, tras veinte años de ausencia, para la Exposición de Arte Constructivo Venezolano 1945-1965 que se realizó en la Galería de Arte Nacional, pero, cuando llegó la exposición ya había sido desmontada. En esa ocasión donó varias obras constructivistas suyas al Museo Soto.
            “Mi problema no es la composición octogonal, ni la forma libre, no la cosa gestual ni nada de eso”, había dicho acerca de su propio trabajo. “He querido que las formas estén sometidas, humildes, a un ritmo que siento interiormente. El ritmo va construyendo levemente aquella geometría sobre el fondo de la tela. La geometría no es la vedette. El ritmo si”.
            Aimée tenía 17 años cuando dejó por primera vez a Venezuela. Había nacido en El Callao en 1916 y su abuelo materno, Virgilio Casalta, huyó de Marsella cuando tenía 15 años. Alimentando calderas de barco en barco, llegó a Ciudad Bolívar, atraído por un viejo pariente, don Pedro Battistini, quien reconstruiría en Córcega una versión del Teatro Bolívar. Se hizo rico, y murió a los cien años, en pleno uso de sus facultades.
            Su madre se casó con un primo hermano corso, que atendía la Petite Lafayette, una tienda que vendía alpargatas y linternas a los mineros de El Callao.
            Posteriormente, la familia regresa a Europa, a París específicamente, donde Aimée busca, sin encontrarlas, las huellas de Michelena. Muchos años después, luego de su divorcio, regresa a Caracas con su pequeña hija, Ludmila.
            Entonces conoce a Alejandro Otero, con quien comparte las diversas tertulias artísticas y literarias que tienen lugar en esos años, y en las que participan Ana Enriqueta Terán, Carlos Augusto León, César Rengifo y Pedro León Castro, entre otros. En el 45, al finalizar la guerra, Aimée se marcha a París, después de varios años en México, y entonces se dedica, acompañada por Otero, a recorrer los rumbos de Picasso, Braque, Juan Gris.
            Poco después, en el apartamento de Guillent Pérez, también fallecido, sería una de las protagonistas del nacimiento de Los Disidentes, y a cuyas primera revista ella le puso nombre: L’Homme de L’Arc, inspirado en un verso de Heráclito.
            “No se nos puede acusar de ningún esoterismo”, declaró, en 1980, a Pablo Antillano. “No caímos de cabeza en los primeros abstractos. Cuando uno lee los libros de Mondrian o Kandinsky ve que en ellos hablan de pictoridades antes que todo. Nosotros estábamos lejos de eso. Utilizábamos lo de ellos para hacer nuestras propias cosas. De allí surgieron nuevas cosas, un constructivismo que continúa siendo una línea llena de posibilidades”. 
           Cuando Aimée Battistini se había despedido de Ciudad Bolívar para viajar a París hizo escala en Trinidad y allí la encontró el poeta Andrés Eloy Blaaco de regreso a Caracas luego de declamar el Río de ls siete estrellas en el Teatro Bolívar y quedó tan impresionado de la belleza juvenil de Aimée que le escribió este soneto:
            “Afortunado nombre entre los nombres bellos / ¡nombre como una estrella prendida en los cabellos! / Nombre que tu belleza ciñe como un laurel / nombre para que todos te amen un poco en él / Si no hubiera anidado ya en tu cabeza el cuervo / quizás fuera ese nombre una hija de Nervo / si hubiera sido de oro de otro siglo sería / ventura de una noche y un día / con un galán nervioso que espera tu llegada / para decirte apenas: ¡Cuánto tardaste amada! / Nombre que es la promesa del amor esperado / que esperó hasta la muerte mariana alcanforada / nombre que ha de ser gloria en los besos del hombre / que ha de llamarte amada por algo más del nombre”. (AF)


             

viernes, 9 de septiembre de 2016

El deltano Alirio Palacios



Alirio Palacios, quien  falleció en Caracas a la edad de 77 años, era nativo de Delta Amacuro y destacó en el mundo estético universal como un pintor figurativo. que se consideraba hereje porque nunca fue bautizado toda vez que por donde vivía jamás llegó un sacerdote. Desde temprana edad fue absorbido por el partido comunista, sin embargo viajó expresamente a Europa para ver en  el lienzo de Miguel Ángel Da Vinci “La Virgen y el niño”.
Se  consideraba un comunista sin el pesado lastre del prejuicio. Por qué un comunista como él no podía admirar a Rómulo Betancourt.  Alirio llegó a confesar sin reticencia que le impresionó siempre la personalidad recia del hombre de Guatire.
Este artista deltano estaba hecho de una fibra muy particular, a veces contradictoria.  En el alma llevaba arraigada la  figura del caballo a pesar de que durante su infancia jamás conoció a este formidable miembro de la familia de los Équidos.  El venado si durante ese tiempo temprano de su existencia iluminó sus ojos y de hecho su primer dibujo en la pizarra de su tía fue un venado.  El caballo siempre ha perseguido a otro pintor, pero de Monagas, a Chuo Galindo. A quien le hice la presentación en el catálogo de una exposición hecha en Ciudad Bolívar.
         El venado fue su primera pintura en el humilde pueblo de El Volcán muy cerca de Tucupita.  Allí nació Alirio entre caños y montañas en la casa de su madre utilizada por su tía para enseñar las primera letras a los párvulos del vecindario mientras su tío pescador del Orinoco le contaba cuentos mágicos que le persiguen como fantasmas a todas partes adonde lo lleva su arte.  A  Italia, China, Varsovia, Berlín, Ginebra.  En Nueva York, tenía  instalado su taller lo mismo que en Cañizales de Caracas, de donde salían sus vivencias recreadas en el lienzo y convertidas en espectaculares obras de arte que generan mucho dinero, ese dinero capitalista que miran de soslayo los comunistas, pero que él lo veía de frente y con felicidad porque lo libraba de vivir como Reverón cuya obra la disfrutan otros en tanto que él padeció y murió pobre en un hospital.
         Alirio era un artista muy apegado a la tierra, artista de alma telúrica, casado, pero sin hijo.  Sus hijos fueron sus pinturas y el río.  A Soto, un crítico de arte le preguntó que opinaba de la obra de Alirio Palacios y respondió “Alirio y yo somos del mismo río”.  Buena salida para el artista guayanés que nació como un visual opuesto al figurativismo.  Cuando Soto lo invitaba a almorzar de lo que menos  hablaban era de pintura.  Era más placentero y familiar para ellos hablar de Ciudad Bolívar, del morocoto, del rayao, la curbinata y el lau lau.
         En los años sesenta cuando Alirio Palacios visitaba a Ciudad Bolívar enviado por el Inciba  (de esa época es la fotografía que ilustra esta columna)  para hablar con los jóvenes del agua fuerte y los grabados, se sentía como en su propia tierra deltana y como en Santomé y El Tigre que también formaban parte de su vida.  El, nacido en 1938, estudió junto con Alejandro Otero y Mateo Manaure,  en la Cristóbal Rojas de Caracas y con su paisana Gladys Meneses, que sí ha expuesto en el Museo Soto, porque su pintura cuadra con la tendencia modernista del museo donde están representados los artistas de la Vanguardia Histórica Rusa, pasando por el neoplasticismo, la abstracción geométrica, el cinetismo, el arte óptico y el programático.
         Alirio cuando vino a Ciudad Bolívar ya había  obtenido en el Salón Oficial de 1961 el Premio Roma, con el que dio inicio a una serie de viajes de estudio por ciudades y centros de enseñanza artística del mundo
         Del Delta del Orinoco  también es el poeta y escritor José Balza, quien ha escrito sobre Alirio, sobre Soto y Alejandro Otero.(AF)

           

miércoles, 7 de septiembre de 2016

Leoni cuando niño sobrevivió a la fiebre amarilla

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En 1908 se registró una epidemia de fiebre amarilla en Upata y de ella no escapó Raúl Leoni, pero no murió, fue salvado por el doctor Eduardo Oxford. Contaba apenas 3 años de edad puesto que había nacido el 26 de abril de 1905.  En 1916, a los once años de edad, ya era un estudiante brillante en el Liceo Guayana, el primer privado fundado en Ciudad Bolívar por Narciso Fragachan.  Sus estudios los completó en Caracas hasta ingresar en la Escuela de Derecho de la UCV donde llegó a ser Presidente de la Federación de Estudiantes de Venezuela en 1928,  momento  glorioso de la juventud venezolana y año en que emergieron los futuros líderes de la democracia venezolana.
         Febrero no sólo está ligado a la juventud por la Batalla de la Victoria sino por la llamada Generación del 28 que despertó a un país aletargado por la mano dura y feudal del dictador Juan Vicente Gómez.
         Ningún ataque de carácter político estaba previsto aquellos días contra el dictador sino simplemente celebrar la Batalla de la Victoria con una semana de festejos a fin de levantar fondos para la fundación de la Casa del Estudiante que llevaría por nombre Casa Andrés Bello, destinada a prestar ayuda, especialmente a estudiantes procedentes de la provincia que no tenían familiares en la capital.
         Raúl Leoni, estudiante del quinto año de derecho, presidía la Federación de Estudiantes de Venezuela, promotora de este evento que se inició con la elección de Beatriz Peña Arreaza como Reina de los Estudiantes y un gran desfile desde la vieja Universidad Central  hasta el Panteón Nacional donde Beatriz depositó flores de Galipán y  Jóvito Villalba que entonces tenía veinte años  se reveló como precoz orador, haciendo desbordar de entusiasmo a la multitud.
         Al siguiente día (7 de febrero de 1928), los estudiantes realizaron un desfile en automóviles por las principales calles caraqueñas cuando repentinamente gritaron los que iban a la cabeza del desfile:  ¡¡¡Sigala y Balaja!!!  Y  corean los demás: ¡¡¡Saca la pata lajá!!!  El grito se repite muchas veces con esta variante:  ¡¡¡Alá y Balaja!!! ¡Saca la pata lajá! ¡Y ajá! ¡Y Ajá! ¡¡¡Saca la pata lajá!!!
         Dice Carlos Emilio Fernández, estudiante testigo de aquellos tiempos- que la extraña consigna que tuvo  su origen en la Escuela de Medicina, pasando luego a los demás estudiantes, salió por primera vez de las aulas universitarias, extendiéndose por toda la ciudad, hasta convertirse en canto de rebelión.
         Esa tarde se oyeron intercalados algunos gritos de ¡Abajo el Bagre! ¡Muera el Bagre!, todo lo cual fue reportado de inmediato a las autoridades por los agentes secretos que vigilaban el desfile.
         En la noche del 8 tiene lugar un recital en el Teatro Rívoli en el que un joven mirandino de veinte años de edad llamado Rómulo Betancourt pronuncia un vibrante discurso de clausura
         El 9 cambian al Rector de la Universidad, luego se producen otros cambios a nivel de la Gobernación.  Raúl Leoni, Presidente de la FEV es llamado por el nuevo Gobernador Rafael María Velasco para que se haga responsable de cualquier manifestación en contra del Gobierno y la Semana del Estudiante termina con la prisión de Pío Tamayo, Jóvito Villalba y Rómulo Betancourt, por sus discursos, y Guillermo Prince Lara por haber destruido la lápida de la tumba de Juancho Gómez,
         La Federación solicitó directamente ante Gómez la libertad de los estudiantes afectados y dado que fue rotundamente negada se tomó la decisión de entregarse en masa como presos  todos los estudiantes, dispuestos a compartir la suerte de sus compañeros en manifestación de protesta y solidaridad.  Al atardecer de ese día de febrero, pasaban de 200 los estudiantes presos en el cuartel de policía y en la madrugada todos ellos fueron sacados en camiones con destino al Castillo de Puerto Cabello. (AF)


lunes, 5 de septiembre de 2016

Cuernos, cachos y cornudos


Es raro el día en que la página roja del periódico de cualquier lugar de Venezuela no reseñe algún hecho de sangre porque una mujer o viceversa  le montó cuernos a su marido. 
Los dramas  de la infidelidad son tan comunes que ya no escarmientan sino que parecen estimular porque cada vez se multiplican de manera dolorosa. Un sociólogo me decía en estos días que se requeriría un grado de cultura tal para comprender situaciones de esa naturaleza y resolverlas con la mayor entereza y tranquilidad.
Por lo que percibimos, en Venezuela ese grado de cultura está muy por debajo de lo normal.  Hasta hace poco tiempo, la ley condenaba el adulterio de la mujer y no así la del hombre que por lo común es más severa y permanente, hasta que la democracia trajo aparejada la igualdad social y quizás por ello son más frecuentes los casos de parte y parte; pero el hombre, más que la mujer, no la soporta, no la tolera, no la comprende, la toma, en todo caso, como una ofensa y deshonra que solo la compensa la muerte.
         A Federico Pacheco Soublette, excelente periodista, fue acribillado en  el cafetín de Puerto Escondido por un abogado que no soportó la relación de infidelidad que mantenía  su esposa con el autor del ”Recadero Municipal” cuyo nombre como profesional honra El Nacional con un premio anual al mejor de sus corresponsales.  En dos ocasiones, durante los 25 años que trabajé con El Nacional,  obtuve ese premio.
         De la infidelidad conoce la humanidad desde tiempos ignotos y la expresión común de  “Cornudo” es muy universal.  Según todo cuanto se ha escrito sobre la materia tiene su origen en el arte de la cinegética, es decir, de la caza, porque en la época del apareamiento, el ciervo elige varias hembras y se ceba con ellas hasta que otro ciervo más apuesto y vigoroso desafía sus derechos.  Como los ciervos tienen cuernos y otros machos le arrebatan sus compañeras, es evidente la aplicación del término.
         Otra versión lo relaciona con Andrónico I, emperador de Bizancio, antigua colonia griega fundada en el siglo VII antes de Cristo,  que elegía sus amantes entre las esposas de los dignatarios de la corte.  Como forma de compensación le regalaba al esposo un extenso territorio o parque de caza, y como símbolo de su nueva propiedad, el beneficiario podía clavar las astas de un ciervo sobre la puerta de su residencia.  Y todo el que pasaba frente a una puerta así cornificada podía hacerse una idea bastante clara del grado de fidelidad conyugal de ese hogar.
         Al doctor René Silva, compró una vivienda en la Avenida Maracay que tenía el nombre de Quinta Cachón.  Lo cierto es que cuando se mudó para allá, su esposa Silky, lo obligó a quitarle el nombre que nada tenía que ver con la versión de los ciervos ni menos con el emperador bizantino, pero aducía que el guayanés es muy malicioso.
         En el Oriente venezolano, cuerno tiene un sinónimo popular: “Cacho”, de manera que a un “Cornudo” le dicen “Cachúo” o “le están pegando cacho”.  También significa  coloquialmente cuento, ficción, embuste, exageración.  Es común la expresión “Cachón”. Y en cuanto al vocablo “cuerno” en general, no sólo es utilizado para estigmatizar a quien es víctima de deslealtad conyugal sino también para despedir a alguien con enojo: “Váyase al cuerno” o cuando decimos: “me huele a cuerno quemado” para referirnos a una persona de la cual sospechamos o nos da mala espina.
         En Guayana los artesanos aprovechan el cacho, no el que pueda ponerle su mejer sino el que consiguen en  el matadero –el madero de ganado no en el otro- para peines, cortejos, figuras ornamentales.  Antiguamente la gente de a caballo llevaba un cacho sostenido con una cuerda para tomar agua del morichal o del estero sin apearse de la bestia (La caricatura es del pintor Régulo Pérez hecha junto a Kiko una noche que nos reunimos en la Casa de Wolfgan  Schroder en la Avenida Táchira  junto con Denis Andarcia y Jesús Rodríguez Coa) (AF)