jueves, 17 de octubre de 2013

La Trompeta de Oro de América


Juanito Arteta, excelente trompetista en sus mejores tiempos, lo cual le valió el título del “La Trompeta de oro de América”,  fue nombrado el 13 de octubre de 1975, Director de la Banda “Dalla Costa” del Estado.
         Sustituyó a su colega Fortunato d´Pascualli, quien estuvo cinco años al frente de una de las instituciones musicales más antiguas de Oriente y Venezuela, pues data de 1860 como banda cuando fue creada por la Municipalidad con el nombre de “Juan Bautista Dalla Costa” bajo la dirección de José (Pepe) Mármol.  Este nombre fue cambiado a comienzos del siglo XX por el de Juan Vicente Gómez y finalmente cuando murió el Dictador, le restituyeron su primigenio nombre de Juan Bautista Dalla Costa.
Juan Arteta Amaigo de Ibero,  como realmente lo bautizaron, era nativo de España (mayo de 1918) y mientras vivió en la península era simplemente Juanito el trompetista del Conservatorio de Madrid y del Quinto Regimiento de la Revolución Civil Antifranquista, pero cuando llegó a Veracruz (México) repatriado desde un puerto francés, se transfiguró en la Trompeta de Oro de México, más el acontecimiento feliz fue cuando Víctor Saume en Venezuela, excitado por la emoción de aquella trompeta que parecía derribar los muros de Jericó, lo bautizó para siempre como La Trompeta de Oro de América.
Eso fue en 1950 cuando llegó a Venezuela y nueve años después estaba cambiando definitivamente el Río Ebro por el Orinoco. En Caracas vivió casi un decenio llegando a ser di­rector musical de Radio Li­bertador hasta que un día de 1960, un brasilero pro­pietario de la Fuente de Soda "Las Vegas" que ocupaba el edificio "Valery" de la avenida 5 de Julio de Ciudad Bolívar, lo contrató por un mes y le ocurrió lo que en le metrópoli caraqueña que le llovieron ofertas y la estada en tierra orinoqueña  se prolongó hasta el final de su vida.
"Las Ve­gas" era uno de los sitios más concurridos de Ciu­dad Bolívar. Allí cantaron artistas importantes como Héctor Cabrera, Marcos Tulio Maristain, Beni Moré, Kiko Mendible. 
De manera que se quedó para siempre en Ciudad Bolívar, con su trompeta que era un tesoro, partiéndose el labio cada vez que se inspiraba.  Renunció a toda cuanto quedó más allá del Orinoco, incluyendo a su mujer y tres hijos y recomenzó una vida con impronta netamente guayanesa.
Juanito se encontró con una ciudad de mucha influencia española  en su casco urbano y como si fuera poco  con un río que le recordaba al Ebro  donde la guerra civil perdió sus más duras batallas.
Telmo Almada, entonces, director de la Banda Dalla Costa del Estado, oyó su trompeta y quedó fascina­do. Le gestionó la plaza de primer trompetista y du­rante mes y medio que duró la tramitación Telmo le pagaba sin trabajar para que no se fuera. Por otro lado estaba José Antonio Nicolás atrayéndolo desde Radio Bolívar, pero sobremanera una amble muchacha llamada Ma­ría Hernández que le hacía el vibrado más excitante cuando participaba con la banda en las clásicas retre­tas.
La cabeza de la sapoara surtió su efecto y desde entonces es su merengue La Laja de la Sapoara que jun­to el de Francisco Ca­rreño, la guasa de Alejandro Vargas y el joropo de Fitzi Miranda vino a conformar la  cuarte­ta de música típica figura­tiva alusiva al prodigioso pez orinoqueño.
Con María también tuvo tres hijos y de ellos, Carlos, es quien siguió muy de cerca sus pasos. Estaba or­gulloso de él como de Dino Pronio que también fue he­chura suya.



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